lunes, 29 de agosto de 2011

Sí hoy tengo que recordar algún poema

Sí hoy tengo que recordar algún poema, recordaría éste de Gonzalo Rojas:

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

No diré nada para no ahondar en el cliche. 
Sólo que entre hospitales a uno le da por recordar versos aprendidos a la rápida, sin mayor reflexión, propios de antologías escolares, que dicho sea de paso me gustan, como si en la mente se jugara una pichanga, un partido de fútbol de barrio y la tierra, el polvo y, como ayer llovió también, el barro que se levantan fueran esas palabras que van de un lado a otro de la cancha. Frente a muchos hombres  y mujeres esperando radio terapia me preguntó si acaso este sufrimiento corporal no será también el sufrimiento del único cuerpo que existe, pero no ya en estrellas de hermosuras ni en partículas fugaces, sino en quince hombres y diez mujeres, de quienes, sólo aquellos que nos sentimos inclinados a amarlos, los recordaremos al final  en su finitud, hoy muy visible, en un dolor que, a veces, parece ajeno y cercano, un dolor nebuloso, que hermana y aleja.  Recordar no es gran cosa. Tampoco extrañar. Las ansías que sentimos no es algo de nombre inmemorial. Yo pienso que el amor se da junto con la enfermedad y  todos nos morimos en esa guerra, pues tiene razón el Poeta (todos los poetas la tienen), y es una guerra por la totalidad, por lo absoluto, por tan sólo un día no sentir el riesgo de la vida y de sus opciones y, por supuesto, el de su natural fin. Son las ganas de que la felicidad de la cura habite en veinticinco, algo así que la felicidad sea múltiplo de cinco. Que seamos como los gatos, es decir, que tengamos más de una oportunidad de vivir.

1 comentario:

  1. sabes, a pesar de que en afán de la critica constructiva debo decir que hay algunas frases que hacen que el texto pierda el ritmo, algo tiene el texto que me parece hermosa, quizás porque de alguna forma, lograste traspasar un sentimiento que realmente sientes, al lejos de ser una pataleta frente a la vida, sino emotivo, algo sincero.

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