domingo, 4 de diciembre de 2011

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Mis ojos aletean como peces lanzados de súbito fuera del agua, fuera del mar u océano, cayendo frente a las botas del pescador, manchadas con vísceras rosadas, recién pestilentes. O imagino, más bien,  que mis ojos  caen río  abajo, sin susto, abriendo las manos, soltándose de una soga invisible que parte de un recuerdo muy difuso y paradojalmente cercano en el tiempo. La soga que imagino es blanca, espumosa,  y mis ojos son degollados por la sal que viene de una lengua tenebrosa, como si fueran introducidos en  aceite casi hirviendo, saltando y muriendo, cocinándose, en rigor, friéndose. Todo aquello que nace, nace para saltar y luego morir. La sensación que me persigue es parecida a esa que tiene un sadomasoquista: estar haciendo el amor con una capucha negra en la cara, con dos pequeños orificios por donde parece que se quieren escapar mis ojos, sentirme embestido una y otra vez, sin posibilidades de negación, de enojo o alguna violencia liberadora (¿La violencia es liberadora?), sentir una mano en mi cuello, suave, detenida en "la manzana de adán", concentrándose con un sólo dedo, que gira, como si me quisiera excitar. Oír de pronto <<es mía>>, sentir dolor, como si me picasen de forma caliente, ver  sangre, muchísima, sin ninguna sensación heroica.

martes, 29 de noviembre de 2011

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No sé porque pienso que al final sólo existe el leer. Debe ser porque el amor entra por los ojos al igual que las letras de los libros y, en la medida que las historias que se leen son más sugestivas más amor se encuentra. Siendo, eso sí, ya la hora  del espanto, más vale, preguntarse si seguir buscando significará pagar deudas con seres importantes. La verdad; yo no creo en la incertidumbre de la muerte. Ni que es la certeza más imposible. Entiendo que el cuerpo se apaga, cansa, decae, pero aún no entiendo por qué se empeña en resistir.

lunes, 28 de noviembre de 2011

No entiendo muy bien que significa la expresión: el hombre es una animal racional. No porque crea que somos animales a secas o racionales a secas, ni tampoco en que al final, somos la desequilibrada  expresión de ambas la mayor de las veces. Creo que tal vez somos tarugos, mensos como dicen los mexicanos, animales estúpidos, semejantes a las polillas, hablamos, construimos, peleamos, y lejos lo más divertido, amamos, creemos amar, gozamos con el sufrimiento de una esperanza vacía, y le tememos a la muerte. Así, somos los animales más estúpidos, que saben que van a morir, y que a pesar de eso, creemos que la vida es un cofre abierto con todos los tesoros perdidos que ya muchos intentaron encontrar sin llegar a ninguna solución.

jueves, 6 de octubre de 2011

Espejismo

Francamente me siento desorientado. Cuando uno cree que las cosas finalmente se estan decantando de cierta manera, algo inesperado sucede y pareciera que volvemos a fojas cero. A ratos la desesperacion aparece, ya que las mejores intenciones se ven derrumbadas por estas contingencias, no sabiendo en que punto las cosas parecen ser difusas, y que no se pueden atrapar firmemente para finalmente terminar cosas que se han prolongado en exceso. ¿ Será que son solo espejismos la idea de termino?. Es probable que solo tengamos una idea vaga de la vida, de su sentido ni de su transcurrir, pero es relevante el culminar ciertas cosas para comenzar otras. 

¿ Cómo no perder el animo cuando las cosas se ponen complejas, por motivos que no podemos controlar?. Esa pregunta me la hago continuamente, aun mas estos ultimos dias, donde surgen sin parar motivos para obstaculizar e interrumpir lo que se planeaba hacer...

Espero no perder la fe o el optimismo....lo curioso es, que mientras mas triste me siento interiormente, mas alegre me parece el futuro......

jueves, 1 de septiembre de 2011

Pepitas de tomate.

Una  viejita sentada al sol, mirando nubes tan blancas como su pelo, masticaba y masticaba un pequeño tomate rojo, ella tan mañosa como vieja, le sacaba cuidadosamente las semillas, de una en una las juntaba al borde de su plato. Tras saborear el último pedacito del fruto, hace un esfuerzo, a su edad un gran esfuerzo, se coloca de pie, camina lentamente por el corredor de su casa, y haciendo gala de un resto de fuerza, agita el platillo al viento ¡las pepitas volaban! Algunas cayeron sobre el pasto, otras en paragüero, las que tuvieron suerte, con tierra fértil dieron.
Dos semanas de ese acto minúsculo en un mundo complejo, pero tan grandioso en el mundo de un abuelo, por ello, no es de extrañar que sorprendiera a la nieta, ver a tan concentrada abuela mirando a dos pequeñas matitas de tomate ¿qué miras abuela? Mis dos retoñitos de tomate ¿Qué tienen de especial? ¡Solo son matas de tomate! Mijita ¡Son únicas! de muchas que he lanzado, solo dos han crecido.
Así pues, la vida no es ni justa ni sencilla, una semilla tuvo suerte,  cayó en un lugar húmedo y soleado, la otra solo nació con la suerte de nacer, pues ni agua caía más que la natural de la nubes y luz no veía, más que el pálido lucero de las tardes.  Así como la primera solo crecía orgullosa hacia arriba, la otra se arrastraba por dar con la luz negada, por la suerte, por el destino, o simplemente por vieja malcriada.
Así cual serpiente crecía y crecía, mal trecha y hasta fea, pero crecía, su compañera parecía reírse, cuando le veía perseguir la luz sin dar con ella todavía.  Jamás la afortunada bendecida, se habría esperado lo que se le venía, pues ella del mudo, solo el verano conocía y al caer el invierno tarde aprendió, que el mundo no solo luz, tiene en la vida.
En cambio la otra semilla, no se puso más bonita, ni mucho menos más grande, solo aguantó, resistió el invierno, para ver otro verano, y un día, de tanto retorcerse buscando la luz, la encontró.

José Mesina.

lunes, 29 de agosto de 2011

Sí hoy tengo que recordar algún poema

Sí hoy tengo que recordar algún poema, recordaría éste de Gonzalo Rojas:

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

No diré nada para no ahondar en el cliche. 
Sólo que entre hospitales a uno le da por recordar versos aprendidos a la rápida, sin mayor reflexión, propios de antologías escolares, que dicho sea de paso me gustan, como si en la mente se jugara una pichanga, un partido de fútbol de barrio y la tierra, el polvo y, como ayer llovió también, el barro que se levantan fueran esas palabras que van de un lado a otro de la cancha. Frente a muchos hombres  y mujeres esperando radio terapia me preguntó si acaso este sufrimiento corporal no será también el sufrimiento del único cuerpo que existe, pero no ya en estrellas de hermosuras ni en partículas fugaces, sino en quince hombres y diez mujeres, de quienes, sólo aquellos que nos sentimos inclinados a amarlos, los recordaremos al final  en su finitud, hoy muy visible, en un dolor que, a veces, parece ajeno y cercano, un dolor nebuloso, que hermana y aleja.  Recordar no es gran cosa. Tampoco extrañar. Las ansías que sentimos no es algo de nombre inmemorial. Yo pienso que el amor se da junto con la enfermedad y  todos nos morimos en esa guerra, pues tiene razón el Poeta (todos los poetas la tienen), y es una guerra por la totalidad, por lo absoluto, por tan sólo un día no sentir el riesgo de la vida y de sus opciones y, por supuesto, el de su natural fin. Son las ganas de que la felicidad de la cura habite en veinticinco, algo así que la felicidad sea múltiplo de cinco. Que seamos como los gatos, es decir, que tengamos más de una oportunidad de vivir.

martes, 23 de agosto de 2011

El Paro

Esa mañana era un poco extraña. Un ruido sordo, proveniente de ningún lugar, despertó a todo el país . Se sabía que esa mañana era de movilizaciones, de paros, de quejas, de pitos y silbidos, de no trabajar o de trabajar a medias, según el lugar que fuera. Sin embargo, nadie contaba con que el paro fuera total. Las olas del mar desaparecieron a partir de las 8 de la mañana, quedando el mar quieto, como una patina de cristal, en la cual solo el ir y venir de los escasos peces que habitan las costas nacionales interrumpían la tranquilidad de tumba que reinaba en el lugar.

El sol tambien se quedó quieto. Algunas olvidadas profecias señalaron que pasó cuando había que combatir a los enemigos de Dios, y no se movió hasta que fueron todos exterminados. Bueno, en este país pasó lo mismo. Nadie supo cuando terminar la protesta, porque el sol se mantuvo quieto y, como no hacía ni frio ni oscurecía, la marcha se prolongó y prolongó, sin que nadie pareciera extrañado de la situacion.

El gobierno aun no sabe que hacer. No es que tenga claro que es lo que hay que hacer, pero temen que el que las olas del mar vuelvan y que el sol se mueva sean parte del petitorio de las masas descontentas. Dicen que los lideres de la movilizacion estan evaluando si exigen o no la vuelta de la noche al territorio nacional